Espacios y resonancias

José Rafael Lantigua

Espacios y resonancias

Espacios y resonancias

Reseña de la obra

Espacios y Resonancia es una cosecha genuina y fructificadora, una obra elocuente y edificante. Es que José Rafael Lantigua, resguardado en la diversidad temática, en la reflexión equilibrada, en su convivencia con obras y autores, y en el empleo conciso y atinado del lenguaje, ha mancomunado la literatura, la historia y la cultura, para mediante un ejercicio crítico inteligente y visionario, darnos una obra de contenido soberbio en la que el lector regocijará su espíritu y alimentará su intelecto.

Franklin Gutiérrez

La obra de José Rafael Lantigua confirma que el pasado es sustancia de creación para lo que, prevalidos de intuición, memoria, imaginación, pasión y lenguaje, cantan, pintan, esculpen, componen o escriben lo que concita el sueño, el dolor o el amor en las alforjas de unas vivencias entrañables… En mi condición de escritor he recibido de José Rafael Lantigua comentarios generosos y estimulantes sobre cada uno de mis libros a lo largo del ejercicio crítico que le distingue… Los veinte años al frente de Biblioteca, un suplemento dinámico, vivo y abierto a todos los autores y corrientes nacionales, revelan no solo la capacidad de trabajo de un estudioso de nuestras letras, sino una labor altamente encomiable, fervorosa y permanente de un intelectual preocupado por el destino del libro dominicano y el desarrollo del arte literario.

Bruno Rosario Candelier

José Rafael Lantigua

1949

José Rafael Lantigua (Moca, 1949). Prolífico intelectual que sea ha dedicado al género poético, la labor ensayista, el periodismo, la crítica literaria, la publicidad y la asesoría en comunicación corporativa. Desde su primera juventud, en su ciudad natal donde cursó sus estudios primarios y secundarios, ha cumplido de manera coherente y, con compromiso ético-social, el apostolado de servirle a la vida y, por ende, de honrar al país con su legado humanista. Formado en Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU). En 1976 apareció su primer libro Domingo Moreno Jimenes, apóstol de la poesía.  

En este 2022 Lantigua cumple 46 años de ejercicio como escritor, de los cuales dedicó dos décadas de entrega al suplemento cultural Biblioteca (1983-2003) que creó y, desde el cual fue editor, difusor, promotor, crítico, cronista e historiador –a tiempo completo- de la literatura nacional y extranjera, adquiriendo libros, hurgando en bibliotecas y en librerías de Oriente y de Occidente, de sur a norte, y de este a oeste del globo terráqueo, siendo el más cosmopolita viajero itinerante. 

Lantigua representa el liderazgo más excepcional que ha tenido la cultura dominicana en las tres últimas décadas. Su visión crítica ha fortalecido de manera proliferante el diálogo, la pluralidad de ideas y el pensamiento creativo, propiciando un ambiente discursivo exploratorio para la nueva literatura. Es el gran renovador de nuestro periodismo cultural. Su obra orientadora en las letras ha dejado una impronta de su sabiduría. Presidió la Comisión Permanente de la Feria del Libro (1997-2000). Fue el fundador y creador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo. Junto a don José León Ascencio – y el intelectual Enriquillo Sánchez- es el propulsor del Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jimenes (1997). Fue Ministro de Cultura (2004-2012). Es Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Lengua, ocupando el Sillón A, que correspondía a Monseñor Adolfo Alejandro Nouel, creador de dicha entidad. Ha merecido por sus altos méritos la Orden Heráldica de Cristóbal Colón en el grado Gran Cruz Placa de Plata otorgada por el gobierno dominicano. Ha recibido innumerables premios y distinciones tanto en el país como en el exterior. Pertenece a los Consejos Directivos de las más prestigiosas instituciones culturales, académicas y filantrópicas del país. Su bibliografía publicada abarca 34 libros y 6 plaquettes en distintos géneros. Su obra monumental, en siete volúmenes, Espacios y Resonancias mereció el Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jimenes 2016.

José Rafael Lantigua

La memoria es un ardid de la nostalgia. Cuando una, la memoria, surge solícita, aguijoneada por el plasma de la realidad vivida, entonces la otra, la nostalgia, se balancea presurosa sobre esa realidad para vigorizar el pasado, para minar los recovecos del tránsito vital, para forjar certezas desde la liviana reminiscencia y, antes de que el olvido siembre las cenizas de la retentiva, crear espacios nuevos de certidumbre avaladas por los sueños de lo que quisimos ser y no fue.

La memoria es un ardid de la nostalgia. Cuando una, la memoria, surge solícita, aguijoneada por el plasma de la realidad vivida, entonces la otra, la nostalgia, se balancea presurosa sobre esa realidad para vigorizar el pasado, para minar los recovecos del tránsito vital, para forjar certezas desde la liviana reminiscencia y, antes de que el olvido siembre las cenizas de la retentiva, crear espacios nuevos de certidumbre avaladas por los sueños de lo que quisimos ser y no fue.

Fotografías

Sobre el Universo creativo de los ganadores del Premio Nacional Feria del Libro ELJ

I.- SOBRE EL COLECCIONISMO

PREGUNTA 1.- ¿Cuántos volúmenes de libros atesora usted en su biblioteca personal?

RESPUESTA.-Tengo toda mi biblioteca clasificada y digitalizada. Son, bien contados, 18,136 volúmenes. Hasta este momento.

PREGUNTA 2.-¿Cuál es el libro más antiguo que posee, y cuándo adquirió su primer libro?

RESPUESTA.-Comencé a atesorar libros en mi casa en Moca. En mi habitación, sólo podía tener un anaquel de, probablemente, no más de cuatro o cinco espacios. Un anaquelito. Tal vez, 15 o 20 libros. Probablemente, menos. A veces no es fácil recordar con precisión en este caso, pero estoy seguro, como lo he dicho otras veces, que mis primeros libros los encontré en casa. Fueron dos: “Bronces de la raza” de Aurora Tavárez Belliard, que casi me lo aprendí de memoria; y el Manual de Educación Cívica, de corte trujillista, pero era el de la época, de Luis Napoleón Núñez Molina. Eso quizás hayan sido los dos primeros libros que leí. Luego, desaparecieron con los años. Creo que como lector, tengo dos prólogos: mi preadolescencia y primera adolescencia, donde leí cuatro libros que me marcaron: “La hora 25” de Constant V. Gheorghiu; “El viejo y el mar” de Hemingway, de quien leí también “Por quién doblan las campanas”; y “Mulata de tal” de Miguel Ángel Asturias. Pero, debo decir, antes de llegar ahí leía un libro de oratoria, “Introducción al arte de la palabra pública” de Joseph Folliet; “Vida popular de Cristo”, del jesuita Juan Carrascal, que me regaló un amigo, hoy octogenario que reside en New York, pero que entonces era alumno del Instituto Politécnico Loyola, yo debía tener 11 años; “El pan de cada día” de Gustave Thibon, edición de 1955, y “La solución del problema de la vida” de Fernand Lelotte, entonces un libro que andaba de mano en mano, ambos obsequios del padre Ramón Alonso, de quien era una especie de asistente en 1966 y quien luego sería rector de la Universidad Católica de Santo Domingo. Y no puedo olvidar las “Confesiones” de San Agustín, edición de 1942. Todos esos libros aún andan conmigo. Sobre el primer libro que adquirí, fue en la librería Santiago, de Santiago de los Caballeros, puesto que Moca no tenía librerías sino un par de papelerías que vendían uno que otro libro. Los que leía o me los regalaban o se quedaban conmigo, como lector último que siempre prefería ser, para quedarme con el ejemplar –era el tiempo que el libro pasaba de mano en mano. Cuando comencé a trabajar como profesor en el liceo secundario, fui a Santiago y adquirí allí, la poesía de, para mí, un desconocido entonces, Miguel Hernández, el primer libro de George Orwell que leí “Rebelión en la Granja” y “Teresa Batista cansada de guerra” de Jorge Amado, que junto con “Mulata de tal” de Asturias, gané un concurso interno en cuarto de bachillerato comentando ambas novelas. Tal vez fue mi primera inmersión en el comentario de libros. Los conservo todos. “La hora 25” y “Rebelión en la granja” me enseñaron, a temprana edad, a ser absolutamente contrario a los totalitarismos del bando que sean. Mi segundo prólogo como lector viene cuando me traslado a Santo Domingo, en 1972, después de estudiar en la UCMM, para completar mis estudios en la UNPHU. Tenía 22 años. Entonces, te puedo hablar de mis primeras lecturas capitaleñas, aunque obviamente en ambos periodos hubo otras lecturas más: Saul Bellow (“El planeta de Mr. Sammler”), el Orwell de “1984”; Henry Miller (“Trópico de Capricornio”), de Malcolm Bradbury lo primero que leí no fue su clásica novela fue su formidable ensayo sobre “La novela norteamericana moderna”, igual que de Henry David Thoreau leí primero “Un paseo invernal”; un libro que me obsequió un amigo locutor, ya fallecido, Miguel Núñez, “La piel” de Curzio Malaparte; “El lobo estepario” de Hermann Hesse; un libro que me regaló el cronista deportivo Héctor J. Cruz, “”Mayo fue el fin del mundo”, novela formidable de Frank Yerby sobre el mayo francés; “Los idus de marzo” de Thornton Wilder; “El Gran Gatsby” de F. Scott Fitzgerald; “Oh, Jerusalén” de Dominique Lapierre y Larry Collins; y los dos primeros libros de Graham Greene que leí, “El favor humano” y “Los comediantes”. Entre los dominicanos a Domingo Moreno Jimenes, las inolvidables memorias de Manuel del Cabral “Historia de mi voz” que leí antes de su poesía. Lo mismo me pasó con Neruda, lo primero que leí de él fue su discurso al aceptar el Nobel. Luego me haría nerudiano, convicto y confeso. Pero, debo confesarte algo. En Moca había un señor que le llamaban “Negro novelita”, así como suena, y que vivía de alquilar libros, de esos de vaqueros, espionaje, novelitas cursilonas que eran de gran demanda entonces. Mi mamá le pagaba 25 centavos para alquilar un libro que yo debía devolver a la semana. Y hubo una de esas novelitas, de autor que nunca he recordado, titulada “La increíble historia del Dr. Desmond”, que leí muchas veces, pues en la semana de alquiler me la leía hasta tres veces. Era una historia de espionaje, no la rememoro totalmente, y creo que desde entonces me hice fan de las películas de suspense, aunque fíjate no soy devoto de la novela negra. Nunca jamás he podido conseguir un ejemplar de esa inolvidable novela.

PREGUNTA 3.- ¿Cuál es el libro que definiría como su mayor tesoro, sea porque es una primera edición difícil de encontrar o por ser un libro raro?

RESPUESTA.-Son varios. No puedo mencionarlos todos. Pero, diría que una gran cantidad de los libritos que Moreno Jimenes hacía imprimir en los pueblos donde se establecía, pequeños y rústicos, con páginas de distintos colores, los que luego vendía para asegurar el condumio suyo en la difusión de su evangelio poético por todo el país, y el alimento de sus hijos por supuesto, y que él me regalara uno a uno cuando lo entrevistaba para mi libro biográfico sobre él. Pero, te puedo mencionar tres que atesoro: “Poemas de la niña que está en el cielo” de Fabio Fiallo, que es de 1935; la edición príncipe de “Galaripsos” de Gastón F. Deligne, prologada por Pedro Henríquez Ureña, que es de 1946; y la primera edición, 1962, de “Hay un país en el mundo” de Pedro Mir. Como sabía que tengo una zona de libros-joyas, como les llamo, el gran amigo y escritor Marcio Veloz Maggiolo, una dos o tres semanas antes de morir me envió de regalo los cuatro tomos de una historia de la literatura hispanoamericana de Luis Alberto Sánchez, en su edición original, que completa, creo, mi apartado de “inencontrables”. Tres libros “raros”, por su extraordinaria ancianidad: “Las afinidades selectivas” de Goethe, edición prima de 1927; “Santiago tradicional y pintoresco”, de Germán Soriano, de 1927; el “Mapa de la poesía negra americana” de Emilio Ballagas, de 1946, que duré años buscándolo hasta encontrarlo en La Habana. Y ahí lo dejo.

PREGUNTA 4.-¿Cuál ha sido el último libro que ha adquirido? ¿Hubo algún motivo especial para la compra del mismo?

RESPUESTA.-No ha sido uno, sino 15, que adquirí en Cuesta del Libro y dos en Amazon. Y sí, siempre hay motivos para adquirir libros: porque son lecturas urgentes, novedades bibliográficas, libros recientes de autores que admiras o que compiten como promesas, porque son autores viejos o nuevos que no tienes, porque son textos valiosos que hay que leer o releer. Entonces, de esos 15, te nombro solo estos: “Lesiones de historia”, unas crónicas formidables del fenecido poeta cubano Raúl Rivero; “El desprendimiento”, una antología poética de David Huerta; todas las biografías escritas por Stefan Zweig, en dos gruesos volúmenes (es un lector de mi primer prólogo como escritor cuando leí su inolvidable biografía de Magallanes), y dos novelas de un escritor rumano Mircea Cartarescu, que es ingrato no conocerlo, su clásico “Nostalgia” y otra que le ronda los talones, “Lulu”.

PREGUNTA 5.-¿Cuál es el libro que le falta por leer?

RESPUESTA.-Muchos. Cientos. Miles. Aquellos que nunca alcanzaré a leer. Pero, cada semana, digamos, hay uno que no tenemos y necesitamos la necesidad de buscarlo. Ahora mismo cuando hablas conmigo, uno que me ha recomendado uno de mis guruses librescos preferidos, Basilio Belliard: “Borges, el misterio esencial”, las conversaciones del argentino en universidades de los Estados Unidos, en edición de Sudamericana. Lo he pedido en Amazon porque aún no llega por aquí.

PREGUNTA 6.-¿Cuál es el libro de otro autor que le hubiera gustado escribir?

RESPUESTA.-Ninguno. No lo he pensado nunca. Alguno habrá, tal vez, pero ya no lo recuerdo.

PREGUNTA 7.-¿Algún consejo dado a usted por otro autor?

RESPUESTA.-Los autores me aconsejan cuando los leo. De modo directo, he recibido orientaciones cuando adolescente, de lectores que luego serían autores. Todos importantes para mí. Pero, te hablo la verdad, no recuerdo qué fue lo que me aconsejaron. A lo mejor, el consejo los acogieron mis modestos escritos.

PREGUNTA 8.- Puede hablarnos de algunas correcciones manuscritas realizadas por usted, a un libro de su autoría o de otro autor.

RESPUESTA.-Los libros míos nunca han pasado por las manos de correctores. Mis penas y alegrías por lo que puedan poseer, son mías exclusivamente. No corregiría ni uno solo de mis libros. No sufro del complejo del libro que no quiero recordar, un clisé muy difundido entre grandes o menores escritores. Como una escritora que admiro mucho, formidable narradora extranjera, que tardé años en lograr que me consiguiera su primer libro. Abjuraba de él. Al fin, lo conseguí, y aunque ella creció mucho como novelista años más tarde, ese, su primer libro de cuentos, me parece de mucho valor en su trayectoria. ¿Notas al pie o en los márgenes de libros de otros autores? Casi todos los leídos. No por corregir, sino para aclarar aspectos o situaciones, o para celebrarlo.

PREGUNTA 9.- Algún libro subrayado y anotado por usted que volvería a releer.

RESPUESTA.-Claro que sí. Muchos. Disfruto la relectura. La pandemia, en su etapa del 2020, me llevó a la relectura. Y a la lectura de los pendientes. Volvería a leer varios de García Márquez, “El Cuarteto de Alejandría” de Durrell, y siempre “El Quijote”, al que se regresa en tiempos grises y en tiempos bonancibles. Vale para cualquier estación de la vida.

PREGUNTA 10.- Algún olor predilecto a tinta o no, que se desprende de las páginas de los libros que son de su agrado.

RESPUESTA.-Yo no sé, a ciencia cierta, si existe ese olor a tinta en los libros. Creo que si así fuese, mi alergia a olores y perfumes se agigantaría y haría imposible la lectura. Ahora, de que huelen huelen…pero no sé a qué. El libro de pantalla me desorganiza la vista y no huelen, no están perfumados. Por eso nunca los convido a mi fiesta de lector.

PREGUNTA 11.-¿Desde cuándo tiene tendencia, o, pasión al coleccionismo de libros, manuscritos, etc.?

RESPUESTA.-No colecciono libros, aunque sí es verdad que el lector apasionado, termina siendo bibliómano, pero en mi caso no compulsivo. Preferiría decir, bibliófolo. No compro por almacenar, sino para leer o consultar. Los manuscritos nunca me han interesado. Son más propios para museos, archivos nacionales o librerías académicas. No me gusta ni siquiera que me den a leer libros manuscritos antes de ser publicados. Hay excepciones, desde luego.

PREGUNTA 12.-¿Cuántas primeras ediciones de sus autores favoritos usted tiene en su biblioteca personal?

RESPUESTA.-Son varias, pero no tantas. Conservo la primera edición de “Cien años de soledad” publicada en España, que adquirí en Madrid, en una de esas ventas de libros viejos y usados que montaban los domingos en el Paseo de la Castellana. Me costó 5 euros, apenas. Y dentro estaba la nota de la posible dueña, una chica que le escribía a su padre lo bien que estaba en Madrid, que no se preocupara por ella, que todo iba fantástico menos la comida de la pensión que no era igual a la de su abuela. La nota la destruí luego. Pero, el libro está intacto, y como todos saben que la novela del Nobel colombiano fue prohibida por Franco, esta edición se hizo antes de morir el dictador español, de modo que parece la censura lo permitió luego de leerla.

II. SOBRE SUS MEMORIAS

PREGUNTA 13.-¿Sus memorias o autobiografía: las ha escrito o ya ha decidido escribirlas?

RESPUESTA.-Las memorias son para estadistas, ni siquiera para cualquier gobernante. Para grandes diplomáticos, tipo Kissinger, para grandes hombres de letras, como las sabrosas escritas por Neruda. Soy un lector de memorias, por eso no me cabe que pueda yo escribir las mías, si nada poseo para decir, si nada tan importante he realizado para escribir tonterías. Sí escribí unas “memorias nostálgicas” de personalidades de mi pueblo, mis maestros, gente inolvidable, paradigmas. De esas me precio de haber sido yo quien no las dejara en el olvido. Son los creadores anónimos de la Nación que nunca consideraron escribir sus hazañas o sus vidas modestísimas al frente de un hogar, de una sala escolar, de un libro. Yo las hice por ellos.

PREGUNTA 14.-¿Tiene usted algún fetiche (libro inspirador u objeto de buena suerte) al cual acude antes de escribir o cuando va a emprender algún viaje?

RESPUESTA.-Interesante pregunta. No tengo ni flores amarillas, ni nada importante encima o debajo de la mesa. Salvo mucha agua para tomar. Pero, como me hablaba usted de alguna orientación que hubiese recibido de escritor amigo, pues mire sí, hay una. Almorzando con Bruno Rosario Candelier en un pequeño restaurancito de la desaparecida Plaza Quisqueya, años ha, este me preguntó que hacía yo antes de escribir mis discursos o conferencias. Le dije que nada que no fuese escribirlas. Y él me dijo: yo me encomiendo al Espíritu Santo. Y me dijo que le funcionaba. Desde entonces, antes de escribir o leer algo en público, lo hago. Y me funciona. Ambos somos creyentes católicos, desde que fuimos monaguillos junto, años ha también. Y aquí debo anotar que leo diariamente trozos de la Biblia. La he leído completa varias veces.

PREGUNTA 15.- ¿Viaja usted con algún objeto imprescindible, que le acompaña a todos los lugares?

RESPUESTA.-Hacia donde vaya, dentro o fuera del país, llevo un libro. Y un rosario.

PREGUNTA 16.- ¿Cuál es la fotografía sobre la historia de su vida que más ama o le trae alguna reminiscencia o añoranza inolvidable (personal o familiar)?

RESPUESTA.-Soy trilogiano. No creo en la cosa única. De ahí, mi sana obsesión por el número tres. Una: la celebración de mi primer año de edad, donde aparezco con todos los invitados a mi cumpleaños cargado por una mujer extraordinaria que hoy en día recibe premios por su entrega sin pausas a nuestra ciudad nativa, doña Dorca Balcácer, que era vecina nuestra en la calle Imbert, de Moca. Dos: mi boda con la que ya hoy tengo 41 años de feliz matrimonio, que dice aún que nunca escuchó la serenata que le dí con los mejores artistas de aquella época (Wilfrido Vargas, Sandy Reyes, Omar Franco, violinistas de la Sinfónica..) y que me mantuvo tras ella por cuatro años, lo que valió la pena por los tres formidables hijos y los cinco maravillosos nietos que han llegado a nuestras vidas; y la foto, con su risa característica, de mi abnegada madre, fallecida hace diez años a sus 91 años y que preside un rincón muy especial de mi biblioteca.

PREGUNTA 17.- ¿A quién reconoce o atribuye usted ser su maestro o maestra literario?

RESPUESTA.-Me das la oportunidad de decir lo que nunca he dicho y debí decir. Me considero un seguidor, para no decir discípulo, de la prosa y la sensibilidad creadora de Enriquillo Sánchez y Pedro Peix. Marcio fue siempre maestro. Nunca lo visualicé de otro modo. Don Pedro Mir fue maestro de la palabra escrita y hablada, de inolvidable recuerdo. Julio Jaime Julia no fue literato, sino historiador y recopilador de obras de gran valía. De él aprendimos a valorar a muchos grandes escritores nuestros y de otras latitudes. De una mujer y maestra en la universidad, Esthervina Matos, con quien discutí sobre quién era mejor cuentista si Sócrates Nolasco (que era el suyo) o Juan Bosch (que era el mío). En plena clase en la UNPHU aquella fue una discusión histórica. Era, entonces, un torpe muchacho con ínfulas literarias sin demostrar. Luego, fue una gran amiga y ella me invitaba con mucho amor a su casa, que estaba en lo que luego fue la avenida Cayetano Germosén. Aprendí tanto de ella. Nunca quiso darme la razón. Ni yo insistí. Y hubo una maestra de la secundaria, que llegó a ser vicerrectora de la PUCMM, Rafaela Joaquín, a quien agradezco el interés que siempre puso en que yo leyera grandes obras literarias y que escribiera. A ella le debo mucho.

PREGUNTA 18.-¿Cuál es la Carta más importante que usted considera ha recibido?

RESPUESTA.-Una que me envió Leonel Fernández al concluir su primer periodo de gobierno. “Es reconfortante saber que en estos últimos cuatro años de intensa dedicación y actividad, al margen de todas las pruebas y dificultades que tuvimos que enfrentar diariamente, hemos logrado consolidar valiosas amistades…Usted no sólo ha llegado a interpretar mis deseos y ha actuado en consonancia con mis ejecutorias y desvelos, sino que ha llegado a adelantarse a mis propias ideas y a sobrepasar mis propias expectativas”. La tengo enmarcada en la oficina de mi biblioteca. Debo decir que tengo sendas cartas de Joaquín Balaguer y de José Francisco Peña Gómez, celebrando mi designación en 1997 como presidente de la Feria del Libro. Chico Despradel me entregó, luego de morir Peña Gómez, un libro dedicado a mí por él, con una dedicatoria muy amable y fraterna, que apareció en su biblioteca en Cambita, y que nunca me fue entregada en vida suya. Creo que solo me faltó una de John Lennon, pero lo malograron antes de que pudiera escribirla. Sería la joya de la corona.

PREGUNTA 19.-¿Cuál es la Carta más importante que usted ha remitido (personal o no)?

RESPUESTA.-La que remití a Adolfo Bioy Casares para invitarlo a participar en la primera Feria del Libro que dirigí, en 1997, como invitado de honor. Me respondió con una larga llamada por teléfono a mi oficina en la publicitaria Cumbre, entonces. Se lamentaba mucho por encontrarse enfermo, tenía ya 83 años, y de no poder viajar “a la patria de Pedro Henríquez Ureña que tanto hubiese deseado conocer”, según me dijo. Fue muy cordial, muy atento, habló conmigo por largo rato. Es uno de mis momentos inolvidables. Moriría dos años después. Hubo otras dos cartas para el mismo fin: Gabriel García Márquez y Guillermo Cabrera Infante. El Gabo me respondió con un mensaje personal que transmitió a alguien que no debo mencionar, diciéndome que no deseaba venir a un país donde iba a ser “objeto de atención política” pues tenía que ver obligatoriamente a Juan Bosch, a Peña Gómez y a Balaguer. Y Cabrera Infante me respondió diciéndome que no le agradaba estar en una isla tan cercana a la suya. Vivía exiliado en Londres, donde murió. Algo incomprensible, pero que era parte de su carácter recio.

PREGUNTA 20.-¿Le agrada, aún, escribir cartas o solo hace epistolario virtual a través de correos electrónicos?

RESPUESTA.-Hubo una época en que existían los intercambios por correspondencia. Salían en las revistas extranjeras y hasta en los diarios locales. Creo que nunca me apasionó escribir a extraños. Muchos amigos, muchas amigas, lo hacían. Alentado por una amiga, que todavía conservo, puse mi aviso en una revista de las que circulaban entonces y recibí dos respuestas: una, de una escritora joven de apellido Lobato, de quien perdí el rastro después, tengo sus libritos por ahí, y otra misiva de un chico nicaragüense, muy inteligente, lector, le gustaba escribir, estudiaba para ser abogado, y que con el tiempo se convertiría en un dirigente juvenil sandinista. Perdí los contactos de ambos. Hoy ya el e-mail ha cambiado la historia, la ha simplificado y le ha quitado la pureza, digámoslo de algún modo, de ese intercambio, cuando no conocíamos ninguna geografía del mundo.

III. SOBRE EL PROCESO DE LA ESCRITURA.

PREGUNTA 21.-¿Cuáles autores han ejercido una influencia significativa en su obra y en su carrera?

RESPUESTA.-Nunca lo he sabido a ciencia cierta. Como que no reparo mucho en eso. Pero, habrán de ser varios. Me gusta el estilo de Cabrera Infante, la fiera escritura de Francisco Umbral, la belleza de estilo de Javier Marías, la empatía que generan las crónicas noveladas de Javier Cercas, la profesionalidad de Vargas Llosa, la buena letra que discurre con tanta sobriedad de Sergio Ramírez, la imponderable sabiduría de Pedro Henríquez Ureña, la inteligencia múltiple y certera de Juan Bosch, la escritura que permite todavía seguir descubriendo la genialidad de Octavio Paz, la narrativa de Edgar Allan Poe, y por supuesto, soy garcíamarquiano a honra y gloria. Y un fan de la gran literatura norteamericana. Pero, uno recibe marcas de autores que a veces ni recuerda.

PREGUNTA 22.-¿Puede relatarnos cómo fue la génesis o el proceso de escritura y gestación del libro con el cual usted resultó ganador del Premio ELJ? ¿Una investigación, escritura por largos meses, plan para su desarrollo? ¿Dónde la escribió?

RESPUESTA.-Los siete volúmenes que comprende “Espacios y Resonancias” reúnen gran parte de mis comentarios de libros y propiamente literarios de los veinte años en que dirigí el suplemento “Biblioteca” en Última Hora y en Listín Diario. Se exceptuaron los de El Nuevo Diario, porque eran ya de otra naturaleza y muy breves, aunque ahí comenzó todo. Los clasifiqué y me prologaron cada libro escritores que siguieron mi trayectoria, dentro y fuera del país. Hay un octavo volumen, que no forma parte de esta colección, que se publicó antes y que recogió mis “acento”, que era el editorialito de “Biblioteca” que tantos seguían cada semana. Ese se publicó en 2012 bajo el título de “La palabra para ser dicha”. Y “Espacios y Resonancias” en 2015, presentados en tres actos durante ese año los siete volúmenes. Obviamente, fueron gestados durante dos decenios de trabajo incesante cada semana. El maestro Tena Reyes dijo que nadie más ha hecho labor similar en nuestra historia literaria.

PREGUNTA 23.-¿Tiene algún espacio de recogimiento al cual es habitué o se aparte del mundanal ruido para escribir?

RESPUESTA.-Escribo siempre en la oficina que tengo dentro de mi biblioteca. En las cuatro viviendas últimas que he poseído, he tenido ese espacio. No puedo escribir sino es ahí.

PREGUNTA 24.- Puede describirnos su gabinete de trabajo o habitación propia, el ambiente que hace propicio para escribir y leer. ¿Alguna escultura, obra visual, pintura, fotografía imprescindible en ese espacio suyo?

RESPUESTA.-Ya le dije que escribo en la oficina de mi biblioteca, cerca de mis libros. Empero, no acostumbro leer ahí. Lo hago en un sillón de mi habitación, ya raído, pero donde me siento cómodo aunque mi mujer insiste en cambiarlo por su vejez. Desde luego, trato de que cuando viajo, dentro o fuera del país, haya algún asiento cómodo en la habitación para leer. A mi alrededor, tengo una planta de verde follaje, una neverita con solo agua, cuadros de Juan Mayí y Ureña Rib, una imagen de la Virgen de Fátima, un retrato mío de E. Vidal que me obsequió el poeta Fernando Cabrera, y entre recuerditos de viaje y algunas placas y trofeos, un gran lienzo con la caligrafía y la firma de Pablo Neruda y su poema “El gran mantel”, que adquirí en Isla Negra. El único anaquel que tengo dentro de mi oficina es para diccionarios varios, un material de imprescindible utilidad para todo escritor.

PREGUNTA 25.-¿Cuál es el punto geográfico que más le atrae, y al cual volvería?

RESPUESTA.-Volvería, con gusto, a recorrer las islas inglesas, Escocia y las dos Irlandas. Pero, siempre a mis dos ciudades preferidas: Madrid y New York.

PREGUNTA 26.-¿Tiene, para el CUESTIONARIO «EDUARDO LEÓN JIMENES» alguna anécdota o historia inédita de su vida que contar?

RESPUESTA.-Muchas, seguramente, algunas ya olvidadas, otras sin ninguna relevancia como para estar refiriéndolas fuera del marco familiar o de la amistad.

PREGUNTA 27.-¿Tiene algún acertijo de la escritura que descifrar? ¿Alguna técnica enseñada por algún otro autor o maestro a usted?

RESPUESTA.-Ni acertijos ni canales ni tonos ni vituallas ni desgarros ni musarañas. Nadie me ha enseñado técnica alguna para la escritura. Tal vez sí, para la vida. Y eso me resulta suficiente para lo primero.

PREGUNTA 28.-¿Cuáles son las claves secretas de su escritura?

RESPUESTA.-No existen. Me siento a escribir y a Dios que reparta suertes. En verdad, ¿existen las claves secretas, la inspiración, el don o las musas? Nunca lo he comprobado. A lo mejor son muy metafísicas para mi corta mente. ¿No serán sólo eufemismos poéticos que murieron con románticos y modernistas?

PREGUNTA 29.-¿A cuáles hora del día, la mañana, la noche o la madrugada gusta usted de escribir? ¿Alguna música inspiradora al momento de escribir?

RESPUESTA.-Preferiblemente, en la mañana, de 8 a 1 de la tarde. Con paraditas para micciones y piscolabis, y para desentumar el cuerpo. Y, de nuevo, de 4 a 6, para ejercitarme. Pero, no tengo reglas formales. Depende de la dimensión de lo que escribo. Y nada de música. Agua y silencio me bastan. Las lecturas son, casi siempre, de 8 o 9 de la noche hasta las 2 de la madrugada. Nunca me acuesto antes de esa hora, desde hace añales.