Dos nombres, dos arquitectos contemporáneos y coetáneos con vocación de exploradores de recónditos lugares, con desbordantes ojos críticos de estetas, y visionarios sobre qué es lo perdurable como obra o artificio, Manuel Antonio de la Cruz y Víctor Manuel Durán Núñez en su libro Artesanía dominicana, un arte popular nos muestran en esencia lo vivencial de lo que las manos pueden crear con la materia orgánica e inorgánica que es inherente a la tierra. Nos conducen a apreciar —y a valorar— un arte constructivo, que «extrae» para-sí de la Naturaleza los elementos para hacer trascendente lo que nos expresa cada artesanía: la gratificación integral que sienten los grupos familiares y comunitarios que hacen prevalecer origen y tradición, tradición y civilización, en medio del ambiente en el cual desarrollan su labor.
Acompañado el libro de un impresionante y cuidadoso registro fotográfico de talleres, y artesanos que hacen que el barro adopte formas en movimientos y de viveza, en Artesanía dominicana, un arte popular se narra —como crónica visual— la infrahistoria, la desconocida y por conocer, de un arte milenario contado a partir de las «Rutas y regiones artesanales» que recorren los autores.
Esta es una magnífica obra investigativa, donde se explora y se descubre cómo ha evolucionado la artesanía local en todos los espacios lúdicos, asentamientos poblacionales y lugares donde el ser humano se ha manifestado como un tallador o hilador, para tener el hallazgo de este inventario de artesanía: alfarería, alfarería, bambú, cerámica, cuero, cuernos de res, caracol, ebanistería artesanal, fauna pintada, fibras naturales, hueso, tallado de madera, cestería, santeros de palo, higüero, talabartería, jícara de coco, joyería artesanal, torneado de la madera, madera de guayacán, obra en madera, obra en piedra, instrumentos musicales, reciclaje, caretas de carnaval, textil artesanía, mosaico artesanal, obra en hierro, muñecas de tela, zapatería.
El lector de esas rutas y regiones artesanales se encontrará con poesía visual y poesía concreta dentro de la cartografía isleña, con las manos, la piedra preciosa, el hierro, el barro y materiales de fibra y textiles, así con manualidades que, en fin, son la espiritualidad hecha objeto/arte inspirada e inspiración de la identidad y de la dominicanidad, del ser y del alma nacional, una mirada de la plenitud de ideas, de creatividad, de fuerzas y de imaginarios, que hacen de cada obra una épica de la expresión de nuestros artesanos, de su minuciosa búsqueda de expresiones y formas para que los ojos se encuentran con su arte y se complementan, y hagan nacer la alegoría de la maravillosa sensación del encuentro con lo puro.